jueves, 16 de mayo de 2013

La enterraron por la tarde


Medio risa medio pena me da cuando oigo "trabajar en lo mío", "encontrar un trabajo que me guste", "realizarme en el trabajo", por no hablar de tópicos tipo "el trabajo dignifica". Imagino que en la mente de estos incautos no se incluyen trabajos como enterrador, operario de cadena de montaje, basurero, limpiador de quirófanos, fumigador, técnico de alcantarillas, freidor de patatas de plástico en McDonalds, despiezador de matadero o tantos y tantos gratificantes oficios. Aquí el que más y el que menos ha estudiado su carrerita, ha hecho su mastercito y ha visto un montón de películas americanas de atractivos personajes con trabajos excitantes. Somos millones de ciudadanos jóvenes, y no tan jóvenes, a los que en su momento se nos inoculó el virus de la inquietud intelectual gracias a la enseñanza pública y gratuita, una enseñanza cojonuda y democratizante. Y ahora henos aquí, en este país de charanga y pandereta (por no decir de mierda), con un montón de aspiraciones, ilusiones y sueños inalcanzables. ¿Dónde están esos trabajos maravillosos, bien pagados y estimulantes? Ni los hay ni los ha habido ni los habrá, esto es España, señores, no lo olviden. La misma que expulsó a los judíos y demonizó a los moriscos, la misma de Trafalgar y de la ruinosa gestión de las Indias, la de Fernando VII, la guerra de Filipinas, el caciquismo, Primo de Rivera y Franco. Y ahora revivimos el fracaso del '98 y casi por los mismos motivos. Aquí no hay trabajos guapos, aquí no viven Tom Cruise ni Leonardo di Caprio. Este es el país de poner el culo y robar folios en la oficina, un país de barrenderas ingenieras, biólogos conductores de autobús y pijos incompetentes enchufados y ladrones. Un país de pena instalado en nuestro ADN.

Ya no queda costa linda para asombrar al turista, es toda benidormes y oropesas del mar horteras, ya no queda monte, porque se quema o se abandona y la industria no surge de la nada. Aquí no se invierte porque no es Bangladesh, el que invierte quiere ser top en la lista Forbes, no levantar el país, aunque después se llene la boca de españolismo. El gobierno de ahora, los que vendrán y los que nos rodean, necesitan retroceder, abandonar, se han dado cuenta de que nos han malacostumbrado, de que aquí no nos podemos permitir el lujo de seguir produciendo ciudadanos libres y exigentes, porque el país no da de sí, porque todo está mal planteado desde siempre. Somos una extraña mezcla de primer y tercer mundo, la política siempre ha fallado, sí, pero el servilismo y el miedo nos han acabado de hundir. Y el demonio sigue ganando.





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