Se irán las oscuras golondrinas del PP
y ¿qué haremos en la “Comunitat” con ese rastro de babas de
caracol enfermo que han dejado? La Rita caerá pronto, esperemos,
después de veinte años. Franco gobernó cuarenta años y mirad qué
España más arregladita ha dejado, España de perdón al sátiro, de
miedosos compulsivos, mansos y generaciones adiestradas en un
silencio apolítico. ¿Qué pasará después de veinte años de
cultura casposa de Batalla de les Flors, Papa, Fórmula I y el
catalán no es valenciano? ¿Qué haremos con los coches de caballos
que pasean a turistas por la plaza de la Reina al más puro estilo
sevillano, con los barrios degradados en pos de un centro de la
ciudad blanqueado, impoluto y preparado para el saqueo de turistas
ancianos, con esas masas falleras que toman la ciudad impunemente una
vez al año?
Ciudad de las luces (no por la cantidad
de intelectuales, sino por el número de farolas) que ha perdido todo
su encanto de ciudad pequeña, golfa, díscola, estrafalaria,
musical, folklórica y arrocera. Los listos, los que critican, los
que piensan, los que escriben, los que bailan se fueron ya hace
tiempo porque aquí solo hay futuro si te vistes de fallera y te
presentas con tu banda a homenajes dignos de Risto. Aquí lo bonito
es el brillo y el ruído, todo mejor cuanto más vacío de contenido.
Los más más valencianos hablan la lengua de Rajoy, igual de mal
hablada, lengua del régimen, elegante y marcial, “è”, “v”,
“ll”, “ny”, “ç”, “ò” son malsonantes,
antiestéticos, incluso subversivos.
El poder del Estado es devastador, para
muestra un botón rojo, porque Rita tiene el corazón azul y los
trajes rojos. Solo hay que pasear por València para ver en lo que se
ha convertido: ciudad fea, provinciana y amarilla. El poder condena a
los barrios a la fealdad y al olvido, construye edificios imposibles,
inútiles, insostenibles y hacinados, carreteras, calles, semáforos,
centros comerciales, puentes horribles con flores caras y campos de
fútbol arruinados. El poder impone himnos, colores, lenguas y
religiones. El poder no es ingenuo, nunca lo ha sido, ni inocente,
trata de perpetuarse creando estructuras que le permitan asentarse
allí para siempre, nos roba el dinero y, lo que es peor, el
discurso, a base de acabar con nuestra cultura, ¿quién va a
defender una lengua o un barrio que ya no existen?
Solo espero que esta mujer y este
partido no ganen otras elecciones o nos veo a todos vestidos de la
Falange, oyendo a Elena Francis, casándonos de blanco (eso sí, con
muchos petardos) y yendo de retiro espiritual.
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Si vuelve a ganar Rita creo que deberíamos empadronarnos en otro sitio y fundar una nueva Valencia como Eneas y Troya.
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