domingo, 27 de enero de 2013

Comer, beber y amar... oír, gustar, oler, tocar, mirar


Hay a quien le gustan las verduras y hay quien las aparta y solo se come la carne. Hay quien adora el pescado y quien no soporta la cebolla. El gintónic es el clásico de algunos, otros de cerveza no pasan. Unos odian la salsa y otros se vuelven locos, aún, por el heavy. Algunos apestan a colonia, otros a sobaco y otros a culo (limpio) de bebé. Hay a quien le gusta el tacto del terciopelo mientras a otros les da grima. A algunos les gusta Picasso y otros lo detestan. ¿Y qué? Está bien, hay gustos para todo ¿no?

Nuestro maravilloso cuerpo humano, sea guapo, feo, gordo, flaco, joven o viejo nos regala infinitas sensaciones, nos permite relacionarnos con el mundo que nos rodea, investigarlo, nos otorga la gracia de hacernos críticos y selectivos, de conocernos a través de nuestros gustos, de crear nuestro propio yo. Elegimos libremente qué es lo que nos gusta, qué preferimos, qué nos proporciona placer y qué no. Somos libres de decidir que no comeremos habas ni beberemos coñac ni iremos a un concierto de Bisbal. Nadie puede obligar a nadie a que le guste el pimiento, el vino, la ópera, la seda o el verde.

Nuestro maravilloso cuerpo humano nos regala sensaciones magníficas, sí, como el orgasmo, pero esta sensación sí que es susceptible de juicio, de crítica, de prohibición, de regulación, de especulación, de sanción, de represión, de intromisión, de intervención. Y es que, todo el mundo lo sabe, en la cama a todos nos gusta lo mismo.

(También podríamos hablar de las drogas, pero esto es otro asunto).

 

1 comentario:

  1. Bonísssim! Gràcies per aquest missatge de llibertat, en el fons no som únics, en aquesta qüestió. És un article propi d'algú desinfoxicat :)

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