sábado, 20 de octubre de 2012

Oídos (no tan) sordos

Anoche vendí seis Oídos sordos de los treinta que tengo. Fué muy divertido. Empezó como una pequeña cena por lo reducido del habitáculo y acabó siendo una cena para doce. Once, doce con Manta, el dueño de la casa. Doce comensales. Cristo no vino pero era la última cena y hubo vino. La última cena en la casa. Adiós a una ciudad, me voy a otra. Un último papeo, hogar y colegueo.

Mientras cocinaba y reorganizaba la casa para que cupiéramos todos, me topé con unos poemillas que mi padre recitaba en los grandes eventos familiares o simplemente a requerimiento de sus fans. Se me ocurrió que podría leérselos a mis amigos después de cenar y aprovechar para enseñarles mi flamante recién autoeditado Oídos sordos.

Fueron llegando todos poquito a poco. De comida me quedé corta. Cociné toda la tarde pero no cundió ná, me hubiera valido más la pena hacer un buen pote de lentejas. Fuimos comiendo, bebiendo y charlando, hala venga, venga, dale, dale, como tiene que ser.Y cuando yo me zampaba mi primer ronsito salió el tema del libro a la conversación. Me dio un vuelco el corazón porque me acordé de los poemillas del Franki. Dudé, pero me arranqué. Leí los poemas graciosos, tiernos y folclóricos del padre en voz alta, como hacía él, delante de mis amigos. Pasé mucha vergüenza, pero me encantó (espero que a ellos también). Tras la ovación, saqué el libro, leí un par de poemas, compraron seis libros (que me los quitaban de las manos), firmé ejemplares. Vamos, una presentación en toda regla. "¡Yo he venido aquí a hablar de mi libro!". Me sentí como una fallera mayor. Fue muy divertido y me encantó ver a mis amigos ilusionados con algo tan mío. Seguiré escribiendo.





1 comentario:

  1. karinyu que mako!!, kina pena haver-mho perdut...
    reservam un llibret!!

    muuuuuuuu

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